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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Desde el anonimato:



Las redes sociales han cambiado el mundo.  

Pero, ¿lo han cambiado para bien?


Dudo que las redes sociales tengan el valor que algunos le atribuyen, “acercar” a las personas. Sin duda alguna es totalmente lo contrario, las redes sociales nos alejan de las personas. Lo que antes era una llamada para felicitar un cumpleaños, ahora se queda en un “felicidades, pásalo bien” en tu muro de Facebook. Lo que antes era una quedada para ver a los amigos, ahora es un grupo de Whatsapp con un “¿Qué tal os va todo?”.


Pero no solo eso está destruyendo las redes sociales. La creación de estas nos ha dado un poder destructivo inimaginable.


Hace unos días vi una noticia en la que un joven había sido acusado de maltratar a su novia. Por curiosidad accedí a la noticia y vi los comentarios. Insultos, insultos y mas insultos. ¿Qué hay de la presunción de inocencia? 

Nos da igual, porque nos hemos vuelto crédulos. Simplemente creemos todo lo que los medios de comunicación nos dicen. 

A los pocos días otra noticia hablaba de que todo había sido una rabieta de la novia y que había quedado demostrado que esos supuestos malos tratos nunca llegaron a producirse. 
Pero, ¿y todas esas personas que insultaban a este joven, y todo el daño que puede sufrir su familia? Nos da exactamente igual
Solo criticamos y juzgamos desde el “anonimato” sin importarnos el daño que podamos hacer, sin importarnos si esa noticia es falsa o es verdadera.

Ya lo dijo uno  de los genios de la humanidad, Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas.” 

 Tristemente, ese día ha llegado.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Fin de la obra

Al final fue ella la que consiguió hacerse con la ovación y el respeto del público. No tenía nada en contra de su gran actuación, a excepción de mi propio orgullo herido por haber conseguido superarme a mí mismo. Aunque eso no me impidió darle un abrazo y mi enhorabuena entre bambalinas.

Cuando me dio las gracias la noté seria y un poco áspera. No obstante, era una actitud a la que ya estaba acostumbrado por su parte.

-No ha sido para tanto- Repetía una y otra vez.

A mi parecer su modestia no tenía sentido alguno. No era un simple papel que se bastaba de una interpretación banal. De ser así, la obra habría perdido todo el significado de su mensaje.

Éramos los protagonistas de una adaptación de la película Te doy mis ojos. Sí es cierto, que nunca me he caracterizado de ser un hombre violento; de hecho, me sigue resultando irritable alzar la voz. Pero conseguí alcanzar ese nivel de enfurecimiento necesario para que ni la obra, ni mi propia actuación carecieran de realidad. Aunque lo que hizo ella, se salió de cualquier previsión posible. En los ensayos había actuado de una forma sentimental en la que se percibía cierto añoro. Esta vez, sus gritos y sus llantos casi habían quebrado los cimientos del teatro.

Vi llegar a su novio. Iba con un enorme ramo de jacintos morados que estuvo a punto de tragarse tras el portazo de la mujer, que se encerró en los vestuarios. El joven empezó a llamar, al principio con tranquilidad, pero según iban pasando los segundos lo hacía con más violencia. Incluso las flores acabaron desparramadas en el suelo y pisoteadas por él mismo. Me interpuse para pedirle que se marchara y, por un momento, creí que iba a glopearme. Por eso, agradecí bastante la intervención del personal de seguridad del teatro, llegando en el momento justo para echarlo y conservar mi cara tal y como estaba. Comencé a tocar su puerta para avisarla que ya se había marchado, sin obtener respuesta de la chica. Cuando ya me disponía a salir de allí escuché el cerrojo. En ese momento, no sabía bien como tratar la situación, pero tras meditarlo un momento entré.

Estaba de pie, apuntándome con su mirada. Tenía una mueca de victoria en su rostro. Comenzó a relatarme la historia entre ella y ese chico. A pesar de su capacidad para mantener la compostura, me vine abajo en el momento que todo había dejado de ser un simple artificio.

-Ya te dije que mi actuación no había sido para tanto.